El piloto de Hiroshima que se volvió pacifista
Tomado de El Mundo.-Tomado de la columna de Lucía González.-Con 26 años y la desgracia de haber dejado tras de sí la estremecedora cifra de 200.000 muertos a sus espaldas, el piloto Claude Eatherly, uno de los que hizo Historia en Hiroshima el 6 de agosto de 1945, se puso a robar a su vuelta a Estados Unidos. "Entré en un comercio, saqué una pistola y ordené al cajero que metiese todo el dinero en una bolsa. Después salí de la tienda sin llevarme el dinero. Me detuvieron inmediatamente, pues sabían que ya había hecho lo mismo en otra ocasión. Fui reconocido por dos médicos, que me diagnosticaron una enfermedad mental y me internaron". Había sido apartado de las Fuerzas Aéreas y renegaba públicamente de aquella acción. Buscaba la forma de expiar sus culpas.
A punto de cumplirse el 65º aniversario de la hecatombre de Hiroshima y Nagasaki, la editorial Paidós recupera 'El piloto de Hiroshima. Más allá de los límites de la conciencia', que recoge la correspondencia entre el filósofo vienés Günther Anders y Eatherly, el piloto que, tras recibir la orden, elegió el blanco -un puente, aunque se desvió un kilómetro y acabó impactando en plena ciudad- y comunicó el 'go ahead' (adelante) al 'Enola Gay' para que lanzase la bomba sobre Hiroshima.
Explosión de la bomba atómica sobre la ciudad de Hiroshima. | E. M.
No desgrana sus fantasmas en tono literario ni detalla su sufrimiento personal con frases redondas, pero, tal como le indica Anders, pionero del movimiento antinuclear, en la primera carta en la que le invita a mantener correspondencia, el valor de sus palabras reside en la terrible acción de la que fue partícipe: "Precisamente porque lo hizo podemos ver en usted, y únicamente en usted, qué nos habría sucedido de haber estado en su lugar, o de vernos algún día en su lugar".
La relación epistolar entre ambos, que comenzó en 1959, se prolongó hasta que en 1961 Eatherly se fugó del hospital. "La culpa ligada a este crimen ha llenado mi alma de confusión [...] He estado en hospitales y he pasado alguna que otra temporada en la cárcel. Tengo la impresión de que en la cárcel me he sentido siempre más feliz: el castigo me permitía expiar mi culpa", plasmó en una misiva fechada en 1960. "He hecho todo lo posible para convencer a los médicos y a la gente de que solo me anima un deseo: ver triunfar la paz y la igualdad entre los hombres y trabajar en favor de nuestra cusa. Puede que sepas que en este país no está demasido bien visto decir o escribir este tipo de cosas, por lo que me consideran un obstáculo", señalaba.
Eatherly se refería así a los continuos impedimentos e informes médicos en su contra que servían para mantenerlo encerrado. "Para la mayoría, mi rebelión contra la guerra es una forma de locura. Pero no hubiese podido encontrar otra manera de explicar a los hombres que una guerra atómica no solo trae consigo destrucción física, sino que también desmoraliza al ser humano. Me da completamente igual qué piensen los hombres de mi moralidad si de esta forma puedo causarles perplejidad y lograr que comprendan que no pueden volver a hacerse esto a sí mismos, ni a sus hijos", escribió.
'Mandamientos de la era atómica'
En la obra también se incluye correspondencia con víctimas de la masacre y un texto de Anders, que hizo llegar a Eatherly en sus cartas, 'Mandamientos de la era atómica': "Tu primer pensamiento al despertar ha de ser átomo. Pues no has de comenzar el día con la ilusión de que aquello que te rodea es un mundo estable [...]".
En el prólogo escrito para la publicación de estas cartas, en 1962, el filósofo británico Bertrand Russell indicaba que "el 'caso Eatherly' no constituye solamente una terrible e infinita injusticia hacia un individiuo [en relación al internamiento forzoso], sino que simboliza también el delirio suicida de nuestra época. El único error de Eatherly fue arrepentirse de su participación relativamente inocente en la brutal masacre".
Al hilo de ese arrepentimiento y de la carga de culpabilidad que el piloto arrastró durante el resto de su vida, el escritor y periodista berlinés Robert Jungk, autor de 'Más brillante que mil soles', sobre el desarrollo de la primera bomba nuclear, apunta la existencia de un "efecto retroactivo" sobre quien emplea estas armas y recuerda que en los primeros meses de posguerra Eatherly fue el único participante en los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki que se negó a que se le honrara como a un héroe.